Una educación para el desarrollo sostenible: Metodologías

Desde 1997, grupos de estudio y debate constituidos por educadores y expertos, han trabajado para mejorar la calidad de los sistemas educativos de los países miembros de la OCDE.

El desarrollo de competencias requiere metodologías educativas activadoras de la propia motivación, para evitar la asimilación acumulativa de información sin contexto ni contraste.

Es importante tener en cuenta el trabajo por proyectos, la experiencia y vivencialidad (es preciso promover para avanzar en la innovación, como recuerda el Informe Rocard), la transversalidad (planear objetivos a medio y largo plazo), pluridisciplinariedad (una interpretación compartida resulta imprescindible para adoptar decisiones sostenibles), la aplicación del conocimiento (para resolver problemas y satisfacer necesidades), cooperación (cooperar significa asumir responsabilidad personal y colectiva, escucha de los otros, autorregulación, empatía, evaluación conjunta, apoderamiento de la situación de aprendizaje) y pensamiento productivo ( que capacita para reconocer, imaginar y narrar interacciones complejas).

Otro aspecto a tener en cuenta es el tratamiento de la diversidad. La diversidad tiene que ver con la equidad, pero también con la calidad educativa: enseñar a aprender durante toda la vida, ofrecer pluralidad de caminos para acceder al conocimiento y motivar la flexibilidad de pensamiento y aprendizaje.

El ambiente es otro rasgo que no se nos puede olvidar a la hora de buscar la mejor educación para un desarrollo sostenible. Las interacciones entre los componentes de una organización crean su ambiente: por ello, cada Centro escolar genera su propio ambiente educativo. El clima escolar es fundamental para ello: el respeto mutuo, el reconocimiento y el aprecio por el trabajo de los otros, alumnos y profesores, mejora los resultados escolares. El entorno es una ventana abierta para el aprendizaje.

 

Una educación para el desarrollo sostenible 

En cuanto a la innovación didáctica necesaria, innovar las prácticas educativas consiste en poner en marcha, desarrollar y evaluar procesos de mejora de la calidad de la enseñanza-aprendizaje. Motivar los contenidos sociales y medioambientales, interactuar, vincular la escuela con el entorno, compartir experiencias, reflexionar sobre ellas y educar con valores, son rasgos indispensables para conseguir el objetivo de educar hacia la sostenibilidad.

Señalamos siete valores, destacables en las escalas de la EDS, configuradores de una ética empática y proambiental: la convivencialidad (entender que la escuela es un entorno convivencial), la interdependencia (las consecuencias no previstas de las acciones individuales o colectivas pueden afectar tanto a seres humanos que no han intervenido en ellas, como al medio natural y a otros seres vivos), la autonomía (alcanzar una autonomía personal que la escuela puede canalizar e impulsar: autonomía como conciencia de la trascendencia de los propios actos y reflexión decantada por la ética), la suficiencia (en su dimensión individual, alude a la conciencia), la resilicencia (resiliencia psicológica es la capacidad para resistir las frustraciones, superar el dolor de los fracasos y continuar avanzando), el talento y la tolerancia.