Día Mundial contra el Cambio Climático 2025: los tipping points positivos que impulsan la acción

El Día Mundial contra el Cambio Climático nos interpela este año con más fuerza que nunca: los impactos son evidentes, pero también los avances que muestran que la transición ya está en marcha.

Los últimos meses de 2025 han sido un recordatorio de que el cambio climático ya no se manifiesta como una amenaza futura, sino como una realidad que altera ecosistemas, economías y modos de vida en todas las latitudes. De Norteamérica a Oceanía, de Asia a Europa, el aumento de las temperaturas, las sequías prolongadas y los fenómenos meteorológicos extremos han convertido este año en un punto de inflexión.

 

Los veranos en España suelen mostrar estampas de playas abarrotadas, ferias de pueblo y atardeceres en la montaña. El de 2025, sin embargo, trajo incendios que marcaron paisajes y comunidades. Desde las dehesas extremeñas hasta los bosques atlánticos del norte, las llamas transformaron entornos naturales y modos de vida.


Y no es el único ejemplo de los problemas que conlleva el aumento de las temperaturas: este año, Canadá ha vivido su segunda temporada de incendios más destructiva en una década; Australia ha superado los 48 ºC en Nueva Gales del Sur, mientras que California y el suroeste de Estados Unidos han registrado los niveles más bajos del río Colorado desde que hay registros.

 

En el Día Internacional contra el Cambio Climático, todos estos eventos recientes nos recuerdan que la emergencia ya no está en los informes científicos ni en proyecciones futuras, sino en el presente inmediato. Un presente que exige acelerar la transición energética, repensar cómo habitamos el territorio y asumir que lo que está en juego no es solo el paisaje del próximo verano, sino el futuro mismo de nuestra forma de vida.

 

¿Qué voy a leer en este artículo?

Los últimos meses han dejado una imagen global de vulnerabilidad, pero también de aprendizaje. Las olas de calor extremo, las inundaciones repentinas y los incendios forestales masivos han mostrado cómo la crisis climática actúa en cadena: altera los ciclos del agua, compromete la seguridad alimentaria y pone a prueba la salud pública y las infraestructuras.

En España, el impacto ha sido especialmente visible, pero no aislado. Según la AEMET, 2025 será con alta probabilidad el año más cálido desde que existen registros. En el Mediterráneo, el mar ha alcanzado los 28 ºC, afectando a ecosistemas marinos y aumentando la frecuencia de tormentas intensas. Canadá, Australia y el oeste de Estados Unidos han vivido episodios similares, recordándonos que la emergencia climática no entiende de fronteras ni estaciones.

El año comenzó con un dato simbólico: enero fue el mes más cálido jamás registrado a escala global, con una temperatura media 1,3 ºC por encima de la era preindustrial.

El año comenzó con un dato simbólico: enero fue el mes más cálido jamás registrado a escala global, con una temperatura media 1,3 ºC por encima de la era preindustrial. En Asia, la ola de calor en India y Pakistán en primavera superó los 50 ºC en varias regiones, y en Europa, junio registró récords de temperatura en Portugal, Italia y Finlandia.

 

Frente a esa realidad, los expertos coinciden en que la clave no está solo en adaptarse, sino en transformar el modelo de desarrollo. Reducir emisiones mediante la descarbonización de la energía, reforzar infraestructuras sostenibles capaces de resistir eventos extremos y apostar por una economía circular se han convertido en prioridades compartidas.

Reducir emisiones mediante la descarbonización de la energía, reforzar infraestructuras sostenibles capaces de resistir eventos extremos y apostar por una economía circular se han convertido en prioridades compartidas.

Cada 24 de octubre, el Día Mundial contra el Cambio Climático nos recuerda que la lucha climática no es una cuestión lejana ni exclusiva de la ciencia: es un reto presente que atraviesa lo económico, lo social y lo cultural.

 

En 2025, el debate se centra más que nunca en la transición hacia un mundo descarbonizado. Las energías renovables —solar, eólica, hidráulica o geotérmica— son ya el motor de la transformación global. Según la Agencia Internacional de la Energía, este año más del 90 % de la nueva capacidad eléctrica instalada en el mundo procede de fuentes limpias.

 

La electrificación del transporte, la eficiencia en la gestión del agua o la rehabilitación energética de edificios son ejemplos de cómo la acción climática se traduce en innovación, empleo y bienestar. El cambio está en marcha, pero necesita acelerarse. Países como Australia, Estados Unidos o España impulsan políticas de inversión verde que combinan tecnología y resiliencia: desde redes eléctricas inteligentes hasta soluciones basadas en la naturaleza que regeneran ecosistemas.

 

El Día Mundial contra el Cambio Climático es una oportunidad para recordar que hay que reforzar la cooperación internacional. Ningún país puede afrontar en solitario un desafío que es estructural y compartido. Las alianzas público-privadas, la financiación sostenible y la colaboración científica serán decisivas para reducir la brecha entre los compromisos y la acción efectiva.

 

Porque el cambio climático no es solo un problema ambiental: es una cuestión de justicia, de salud y de futuro. Y la manera en que respondamos definirá la memoria del siglo XXI.

Periodista formada en la Universidad Carlos III de Madrid, escribe sobre vida laboral y cultura organizacional. Le interesa cómo las palabras pueden inspirar conversaciones valientes, abrir nuevas formas de mirar y acompañar procesos de cambio dentro y fuera de las organizaciones.