Entre la aspiración al dominio de la naturaleza y el concepto de desarrollo sostenible IV

También, las últimas décadas del siglo XX han visto surgir y crecer una nueva comprensión de la naturaleza y de la relación de la especie humana con ella, expresada por el paradigma de la complejidad.

El paradigma de la complejidad

También, las últimas décadas del siglo XX han visto surgir y crecer una nueva comprensión de la naturaleza y de la relación de la especie humana con ella, expresada por el paradigma de la complejidad: lo que crece junto debe entenderse junto; el funcionamiento de las partes no explica el funcionamiento del conjunto. La vida se desenvuelve en sistemas biológicos (ecosistemas) y organizaciones humanas (sociosistemas), conectados entre sí en redes de interacción y retroalimentación a distintos niveles de influencia y concertación. El conjunto de los sistemas que pueblan el planeta Tierra materializan su interdependencia mediante ajustes continuados, recíprocos y multilaterales a la búsqueda de equilibrio y estabilidad en un entorno limitado.

Cuando la intervención humana obvia esta complejidad y atiende única y exclusivamente a determinados efectos inmediatos, reduce la capacidad de la Tierra para fijar CO2, intensificando el efecto invernadero. Un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha constatado que el cambio climático reduce la absorción de CO2 en el océano Atlántico, lo que contribuyó a que la región subpolar del Atlántico disminuyese rápidamente su capacidad de absorción del CO2 atmosférico entre 1990 y 2006. El análisis realizado por el CSIC para conocer el impacto de este hecho en el clima, está enmarcado en un proyecto denominado CATARINA, con el objetivo de estudiar la perturbación oceánica y sus consecuencias, en respuesta al aumento del CO2 atmosférico derivado de las actividades humanas.

Las descompensaciones reiteradas hipertrofian el funcionamiento del conjunto y ponen en riesgo la continuidad de la vida en el planeta, como bien ejemplifica el cambio climático. De ahí que el principio de precaución haya de guiar las actuaciones humanas. Por su parte, el conocimiento humano reivindica por todo esto una ética para la aplicación de los progresos del saber.

 

Buscar el equilibrio

El desarrollo sostenible

En 1987 el Informe Bruntland definió el desarrollo sostenible como aquel capaz de “satisfacer las necesidades presentes de la humanidad sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas”. Para que el mundo sea sostenible es preciso cumplir tres condiciones esenciales:

Aprovechar los recursos renovables a una velocidad acorde a la de su renovación.

No consumir los recursos no renovables a mayor velocidad que la precisa para encontrar sustitutos

Producir contaminación y residuos sólo a tasas que la Tierra pueda asimilar o absorber.

 

Ninguna de las tres condiciones se cumplen hoy en día: las pesquerías se agotan; el nivel de los acuíferos desciende; hay reservas probadas de petróleo para unas décadas; los GEI saturan la atmósfera. Así, la transición a la sostenibilidad se ha convertido en una necesidad para el mantenimiento de la vida humana y la conservación de la biodiversidad, en un imperativo económico y ambiental, educativo y moral.