¿Cómo puede un dónut salvar nuestro planeta?
La economista Kate Raworth utilizó la analogía de un dónut para proponer un modelo económico basado en la regeneración del planeta y la distribución del bienestar.
En 2017, la economista inglesa Kate Raworth (Londres, 1970) publicó un libro que hasta un medio como el Financial Times calificó como «admirable en su intento de ampliar el horizonte desde el que hoy se piensa sobre la economía».
En Economía Dónut: 7 maneras de pensar la economía del siglo XXI, Raworth defiende una fórmula económica que sitúe en el mismo plano de importancia la cobertura de las necesidades básicas de la sociedad y la defensa del medio ambiente. Y explica cómo lograr dicho modelo económico utilizando como símil un dónut, el bollo que, nacido en Holanda en el siglo XVII, fue bautizado con tal nombre en los Estados Unidos, cuando en 1847 se le practicó su famoso orificio.
Los ingredientes del dónut
En la actualidad, la sostenibilidad y la justicia social están en las agendas políticas de la práctica totalidad de gobiernos a nivel mundial. Son, además, los pilares sobre los que se sostienen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Se aboga por una economía que no solo facilite un espacio de seguridad al conjunto de la sociedad, sino que también favorezca el camino hacia un planeta más habitable.
Según la teoría de Raworth, deberíamos visualizar la economía como un dónut en que los dos círculos concéntricos que lo rodean representan el déficit de servicios y bienes sociales básicos, en su interior, y los límites medioambientales, en su exterior. La masa del dónut supondría el espacio de convivencia y progreso para la humanidad. Un espacio ecológicamente seguro y socialmente justo.
Los requisitos que Raworth considera básicos para el bienestar social, y que ocuparían el círculo interior del dónut, son el acceso a agua potable, alimentación, salud, educación, renta y trabajo, paz y justicia, participación política, equidad social, igualdad de género, energía, vivienda y conectividad. En lo referente al medio ambiente, en el círculo exterior del dónut se situaría el techo ecológico, marcado por el cambio climático, la acidificación de mares y océanos, la contaminación química, el exceso de fósforo y nitrógeno, la extracción de agua dulce, los cambios en el uso del suelo, la pérdida de biodiversidad, la contaminación del aire y la reducción de la capa de ozono.
Los mínimos sociales se basan en los ya mencionados ODS, mientras que los del techo ecológico toman como modelo la teoría científica de los límites planetarios establecida por los científicos del Centro de Resiliencia de Estocolmo.
Para lograr el espacio ecológicamente seguro y socialmente justo que representa la masa del dónut, Raworth considera imprescindible la monitorización continua de estos indicadores, evitando que rebasen el techo ecológico y dejen de garantizar el bienestar social común. Para ello, los modelos económicos actuales, basados principalmente en el beneficio financiero, deben sustituirse por otros en que, además, se tengan en cuenta el valor social y medioambiental generado con la actividad económica desarrollada.
La teoría llevada a la práctica
El impacto de la teoría de Raworth fue tal que, tan solo dos años después de su publicación, se puso en marcha Doughnout Economics Action Lab, un laboratorio de ideas abierto tanto a ciudadanos como a empresas e instituciones públicas. Esta plataforma en continua expansión facilita herramientas para reconfigurar los modelos económicos, orientándolos a la consecución del ideal del dónut.
A partir de entonces, C40, una red de ciudades que se marcan como objetivo hacer frente al cambio climático, han trabajado con Kate Raworth en la creación de propuestas e informes que puedan conducir a esta reconfiguración del modelo económico.
La ciudad de Ámsterdam fue la primera en adoptar oficialmente la estrategia del dónut, con un paquete de medidas centradas en la reparación y reutilización de productos, además de la creación de plataformas ciudadanas para compartir bienes y servicios y, de esta manera, minimizar el consumo. También se implementó la reducción drástica del desperdicio alimentario distribuyendo los excedentes entre la población más vulnerable, y se propuso hacer frente a los elevados precios de los alquileres con la construcción de vivienda pública sostenible. Esta última medida la inauguraron con Strandeiland, un proyecto de construcción en un archipiélago de seis nuevas islas ganadas al mar. Todo el proceso de edificación de las viviendas se hizo mediante el transporte de materiales reutilizados en barcos que funcionan con combustibles de bajas emisiones, y para colocar sus cimientos, se siguieron procesos respetuosos con la vida silvestre que, a su vez, logran proteger a la ciudadanía del aumento del nivel del mar. Sin duda, el de la capital de los Países Bajos es un ejemplo de que la teoría del dónut puede llevarse a la práctica de modo eficaz alargando el ciclo de vida de los productos.
Para lograr que la economía dónut sea una realidad debemos cambiar ciertos paradigmas de pensamiento que, hasta hoy, se consideraban inmutables. Es preciso comprender la interconexión existente entre economía, sociedad y medio ambiente, fomentar la naturaleza social del ser humano, diseñar nuevas líneas de producción y consumo que estén orientadas a una justa distribución de la riqueza y los recursos, y regenerar estos cuando se hallan en riesgo.
Numerosas empresas ya están adaptando este modelo circular con el diseño de productos y servicios regenerativos. También reduciendo emisiones y gestionando de manera responsable los residuos que generan, colaborando con proveedores sostenibles o utilizando en sus estructuras internas políticas inclusivas y de cooperativismo en la toma de decisiones.
La reconfiguración de los sistemas de producción y consumo que plantea la economía dónut, lejos de ser una utopía, puede convertirse en una realidad que cambie nuestro modo de vida. Un cambio que facilitará la consecución de una sociedad verdaderamente justa en un planeta ecológicamente sano.