No era la ley del más fuerte: la cooperación como origen de todo
Lejos de ser una mera lucha por la supremacía, la vida está llena de ejemplos de cooperación. Descubre en este artículo algunos de los más curiosos.
¿Es cierto que solo los más fuertes sobreviven? ¿Y si la «ley de la selva» no fuera tan simple como nos han contado? Durante décadas, esta idea ha servido para justificar la competencia feroz tanto en la naturaleza como en las dinámicas de nuestra sociedad. Sin embargo, el comportamiento animal y humano revela una realidad mucho más compleja: lejos de ser una mera lucha por la supremacía, la vida está llena de ejemplos de cooperación.
¿Qué voy a leer en este artículo?
- El caso de Benjamina y Elvis: el origen del cuidado humano
- Bacterias: el primer trabajo en equipo
- El altruismo animal y los cuidados más allá del parentesco
Benjamina y Elvis: el cuidado como signo de humanidad
Un ejemplo muy significativo de esto es la historia de «Benjamina», nombre con el que se conoce al cráneo 14 hallado en 2001 en la Sima de los Huesos, en Atapuerca. Pertenecía a una niña de la especie Homo heidelbergensis, que vivió hace unos 530.000 años y padecía craneosinostosis, una enfermedad congénita que deforma el cráneo y puede provocar graves daños neurológicos. Se calcula que Benjamina vivió hasta los 10 años, algo que no habría sido posible sin un entorno que la cuidara y la protegiera. Según el equipo que investigó este caso, aunque pudiera presentar deformidades, el grupo no la dejó atrás, a diferencia de algo que sí ha ocurrido en otros momentos y lugares de la historia con las personas con discapacidad. El hallazgo de este cráneo evidencia, por tanto, que ya existían redes de apoyo y cuidados. El nombre de Benjamina, que significa «la más querida» en hebreo, fue elegido para ella por este motivo.
“El hallazgo del cráneo de Benjamina evidencia, por tanto, que ya existían redes de apoyo y cuidados.”
También en la Sima de los Huesos se halló la pelvis apodada «Elvis». Tras años de investigación, se pudieron identificar y reconstruir la pelvis y cinco vértebras asociadas al esqueleto de un anciano que sufría una severa deformidad lumbar y artrosis interespinosa, lo que debía de provocarle dolor de espalda, en la pierna y tal vez el tronco inclinado. El hecho de que sobreviviera hasta una edad avanzada para la época a pesar de sus limitaciones físicas también refuerza la idea de que los cuidados y la cooperación son parte de la esencia humana.
Bacterias: el primer trabajo en equipo
¿Qué pasa con los animales? Diferentes teorías demuestran que la cooperación es parte esencial de la evolución. Pau Carazo, profesor de Zoología de la Universitat de València, explica que incluso «el origen evolutivo de la célula está fundado en la cooperación». De hecho, los primeros pasos de la vida en la Tierra se basaron en la colaboración entre moléculas con capacidad de replicarse. Estas no evolucionaron de forma aislada, sino que comenzaron a organizarse en estructuras compartidas, lo que dio lugar a los primeros genomas dentro de una membrana: las células. Esta unión marcó el nacimiento del primer «individuo» vivo y el comienzo de la vida celular, con bacterias y arqueas como primeras formas de vida.
“La evolución social es una disciplina clave para comprender la cooperación en todos los niveles de la vida, desde los organismos más simples hasta las sociedades humanas.”
La evolución social es una disciplina clave para comprender la cooperación en todos los niveles de la vida, desde los organismos más simples hasta las sociedades humanas. Como explica Carazo, esta área de estudio pretende explicar tanto las interacciones básicas entre bacterias como las complejas redes de colaboración que caracterizan nuestras culturas. Se trata de entender «la evolución y función de la cooperación», un proceso esencial sin el que «resulta imposible entender la vida, desde su origen en esos primeros replicadores al calor de las fuentes hidrotermales hasta la maraña de relaciones sociales que conforman nuestra sociedad».
Altruismo más allá del parentesco
Durante mucho tiempo, desde la perspectiva evolutiva, se ha considerado que el cuidado de las crías en el reino animal se limitaba a miembros de una misma familia, ya que esto ayuda a transmitir genes compartidos. Sin embargo, un estudio publicado en Science Advances por Irene García-Ruiz, Andrés Quiñones y Michael Taborsky sugiere que los cuidados van más allá del parentesco y que vivir en grupo implica una ventaja de supervivencia, especialmente, en entornos difíciles. Este estudio señala que hay sociedades animales que practican la cría cooperativa, como los cíclidos del lago Tanganica, algunos mamíferos, muchas especies de aves y numerosos insectos. «En estas sociedades, normalmente una única pareja dominante se encarga de la reproducción, mientras que el resto del grupo ayuda a criar a las crías. Esos miembros están actuando de forma altruista al cuidar de crías que no son propias», afirman.
“El altruismo, entendido como procurar el bien ajeno aun a costa del propio, no se da solo entre seres humanos.”
Así, cuando el cuidado altruista aumenta la supervivencia de las crías, el grupo social crece. Al mismo tiempo, esto también incrementa las posibilidades de supervivencia de quienes se encargan de los cuidados al reducir su exposición frente a depredadores y otros riesgos del entorno. Este estudio también muestra que el altruismo, entendido como procurar el bien ajeno aun a costa del propio, no se da solo entre seres humanos. Los cuidados, a menudo infravalorados en nuestra sociedad, se revelan como una base esencial para la vida. Frente a la lógica de la ley del más fuerte, la cooperación sostiene la vida y el tejido social. Reconocer su valor es también reconocer las desigualdades estructurales que atraviesan nuestra realidad y la necesidad urgente de transformarlas. No dejar a nadie atrás implica construir herramientas que, pese a las diferencias, nos permitan avanzar de manera colectiva.