Transformación de bienes naturales en energía útil

La transformación de bienes naturales en energía útil para el ser humano se remonta unos cientos de miles de años atrás: cuando algunos clanes dominaron el fuego. Con el uso de la biomasa para hacer fuego, creció la esperanza de vida.

La transformación de bienes naturales en energía útil para el ser humano se remonta unos cientos de miles de años atrás: cuando algunos clanes dominaron el fuego. Con el uso de la biomasa para hacer fuego, creció la esperanza de vida de las tribus nómadas. Hoy en día, la biomasa y la leña representan sólo el 10% del consumo de energía primaria en el mundo. 

Hasta no hace mucho tiempo, ha funcionado como eje de referencia en las casas: aún en el siglo XIX, los censos de población rural e Europa se contaban por fuegos en lugar de por personas o viviendas. Su empleo ha mejorado las condiciones de la vida y ha impulsado el desarrollo tecnológico: el calor del fuego desde 7000 a.C. Hacia el año 1000 a.C., empezó a trabajarse el hierro.

Hacia 1900, el carbón llegó a representar el 55% del consumo mundial

 

Hoy en día, la biomasa y la leña representan sólo el 10% del consumo de energía primaria en el mundo. El tránsito de la leña al carbón, un combustible fósil con mayor poder calorífico, se produjo en Europa a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Hacia 1900, el carbón llegó a representar el 55% del consumo mundial de energía y hoy supone el 25% de la demanda primaria. Su empleo impulsó un nuevo gran salto tecnológico: la primera máquina de vapor fue creada en Inglaterra, en 1712, por Newcomen y estaba en marcha la primera revolución industrial.

 

La explotación industrial del petróleo comenzó en el año 1850 y en 1900 representaba sólo el 2% del consumo mundial, al que hoy contribuye con el 35%. Pero, en 1885, Benz montó un motor en un triciclo, fabricando al año siguiente su primer automóvil; y en 1910, Henry Ford puso en marcha su cadena de montaje de coches. El motor de combustión interna iniciaba su auge y, con él, el petróleo.

 

El transporte no ha cesado de crecer desde que las ciudades, empezaran a demandar recursos procedentes de orígenes cada vez más lejanos. Los barcos atendían esa demanda por mar; por tierra, los carros. La transmisión de movimiento por medio de ejes acoplados a ruedas, constituye la base del uso energético de las corrientes de agua. La evolución tecnológica trajo consigo molinos de agua. El dominio de la hidráulica distinguió a civilizaciones como la de Al-Andalus, o la Azteca. Los molinos de viento fueron apareciendo a partir del año 1100.

La técnica hidráulica se iba a poner, desde finales del siglo XIX, al servicio de la generación eléctrica. En el año 1878, T. Alba Edison inventó la lámpara eléctrica: 30 años después, el 10% de los hogares de EE. UU. disponían de electricidad, y en 1930 ya era el 80%. Hoy en día, la energía hidráulica aporta el 2% de la demanda mundial de energía.